Queridos lectores:
Podría comenzar este brevísimo artículo concebido a raíz de un rotatorio catastrófico con menos derrotismo; acepto que el título es demoledor. Sin embargo, es hora de abordar un tabú que asfixia al mundo de la Medicina, una realidad que no logramos asumir y que provoca un inmenso desgaste físico y mental: la Medicina y la frustración son conceptos inseparables.
Es una frustración que nace cuando el futuro médico pisa la facultad y comprende que el "éxito" exige un sacrificio incalculable de horas de estudio, muchas veces estériles. Una frustración que crece cuando descubre que su pasión es vista por sus propios superiores como un simple oficio digno de desprecio, o cuando los libros le enseñan que no todo tiene cura.
Esa sensación se agudiza el día que atiende a sus primeros pacientes y ve que, junto a la gente noble que necesita ayuda, hay quienes manipulan el sistema con mentiras para doblegar a un médico que cede por agotamiento. Son vocaciones devoradas cuando la realidad laboral golpea al recién egresado; alguien que, pese a haber hecho siempre "lo correcto", vivirá peor de lo que vivían sus padres a su edad.
Así se cierra el ciclo. Así nace un nuevo esclavo del sistema. ¿Seguiremos afirmando que es la carrera más bonita del mundo cuando se sustenta en la frustración como forma de vida?
Luego dirán que queremos privilegios.
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