Llega el momento de abrir la agenda, es verano y acabo de terminar los exámenes de Tercero de Medicina. Tengo mi aplicación de Calendario llena: en junio, prácticas en un servicio del hospital de mi ciudad; en julio, trabajo; para agosto queda un viaje a Alemania para realizar unas prácticas clínicas. Todo un verano delante de mí con un denominador común que, a razón del título del artículo, puede resultaros ya familiar: una ilusión de productividad. Digo expresamente ilusión, porque después de ese verano de desmadre clínico, se cierne sobre mí un año que comienzo agotado, acusando el desgaste de tres años de carrera, y finalizo Cuarto con menos ganas de estudiar que nunca y profundamente desmotivado.
Mi primer verano como estudiante de Medicina, que era
igualmente el primero como estudiante universitario, investigué a fondo y leí
muchos artículos sobre “cómo debería pasar el verano un estudiante de Medicina”.
Recuerdo que muchos hablaban sobre hacer prácticas en hospitales locales, en la
universidad, en el extranjero, aprender idiomas, hacer cursos extra, trabajar,
e incluso ir adelantando temario de asignaturas de cursos próximos. Sin
embargo, en muy pocos me encontré una opción que, después de estos años de universidad,
pienso que es realmente la más relevante para nuestra formación, y es la de no
hacer absolutamente nada.
Con absolutamente nada no me refiero a permanecer tumbado en
el sofá viendo la televisión día y noche hasta septiembre (opción que, si te
sirve para descansar, me parece igualmente respetable), sino a no realizar ninguna
actividad relacionada con la Medicina ni con el ámbito académico. Levantarse
por la mañana sin ningún plan y llamar a un buen amigo para tomar algo, subir a
un autobús y conocer una ciudad cercana o, simplemente, pasar la tarde en la
playa puede ser un plan tan respetable como hacer prácticas durante los meses de
vacaciones en el hospital o colaborar en un proyecto de investigación.
Si eres un completo “friki” y no puedes dejar de lado por completo la Medicina, siempre puedes probar a combinarla con tus aficiones: si te gusta la radio, escucha un nuevo Podcast en inglés sobre tu especialidad favorita; si te gusta leer, hojea un libro de Medicina que siempre te haya interesado, etc., pero todo lo que hagas, hazlo por gusto y disfrutando.
Puedes combinar la Medicina con actividades que ya fueran de tu interés antes de estudiar la carrera.
No quiero decir con este artículo que realizar actividades “productivas”
en las vacaciones sea algo malo, nada más lejos de la realidad; yo mismo he
sacado aspectos muy positivos de todos los veranos en los que, a costa de sacrificar
mi descanso, he aprendido habilidades de las que luego he sacado mucho provecho
durante la carrera. Sin embargo, Medicina no es un sprint, sino una
carrera de fondo, y el cansancio se acumula con los años. No seamos esclavos de
una productividad que nos persigue ya durante nueve meses al año. Ya tenemos un
curso entero para volvernos locos con las agendas, ¿no?
¿Y tú? ¿Cómo pasas el verano?
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